Internet y nuevas formas de construcción de la identidad.

Internet parece estar corrompiendo los supuestos básicos de lo que significa crecer en la cultura. Los efectos de estas transformaciones son particularmente dramáticos cuando se considera la forma en que han permitido la explosión de canales de distribución de información en el ámbito global y facilitado la supresión del espacio físico como mediador de la interacción grupal y personal. ¿Qué consecuencias tiene esto para los procesos de desarrollo cognitivo e identitario y, por ende, para la conformación del sujeto en la cultura? ¿Cómo operan estos procesos en las realidades cambiantes de los contextos latinoamericanos? A partir de la literatura reciente sobre el rol de los nuevos medios de información en el desarrollo cognitivo e identitario, y tomando información de varios estudios en curso sobre los efectos de internet en la construcción cultural, la interacción cotidiana en las redes sociales y las tradiciones retóricas y argumentativas en espacios de debate online, este texto explora posibles respuestas a estas preguntas.

Desde un sector importante de las ciencias sociales se ha propuesto que el efecto principal de estos cambios es la disolución del “sí mismo”. El sujeto contemporáneo, enfrentado a la desaparición de las instituciones básicas de la modernidad, restringido a encuentros casuales causados por la ausencia de un sentido de comunidad y bombardeado por numerosos canales de información, pierde unidad y se diluye en un concepto relacional quecambia para responder a las exigencias de la audiencia y el contexto (Gergen 1991). En estos recuentos, de una u otra manera, parece estar implícita la idea de que el serde la modernidad tardía deja de ser real, y se transforma en una ficción, un remedo de sí mismo reflejado en objetos y símbolos externos.

Identidad y cultura

Las posibilidades de expresión identitaria en las redes sociales, la migración de la interacción cotidiana a espacios virtuales y el aumento de canales de información– conllevan una transformación
en la forma como los adolescentes construyen la identidad. Esto es así porque construir una identidad
implica apropiarse de ciertos elementos dentro de las opciones disponibles en la cultura (Cote y Levine 2002). Definida en un sentido amplio, la cultura está conformada por los vehículos simbólicos que le dan significado a la experiencia (e.g., creencias, formas estéticas) y por las prácticas informales a través de las cuales éstos se transmiten (e.g., historia oral y conversaciones cotidianas) (Swidler 1986). De una manera similar, la identidad está definida por la adscripción a ciertos vehículos simbólicos y ciertas prácticas. Más particularmente, la identidad está definida en gran medida por la apropiación de las normas y objetivos de la comunidad de práctica a la que el individuo pertenece (Gee 2008). 

En el proceso de adscripción a una comunidad de práctica, es clave que el individuo se apropie de los vehículos simbólicos de esa comunidad (e.g., formas de hablar valoradas socialmente) y que entienda la relación existente entre su identidad naciente y las prácticas y contenidos que debe aprender (Gee 2005). De ahí se deriva que entrar en la cultura es asumir una identidad como miembro de una o varias comunidades de práctica.
Ni el desarrollo de la personalidad adulta ni el establecimiento y mantenimiento de una identidad viable son procesos individuales (Cote y Levine 2002; McCall y Simmons 1966; Mead 1928). En todos los casos, existe una fuerte influencia del contexto social. Esto es así porque es en lo social donde se produce la validación de los roles elegidos por los individuos, lo que constituye un elemento fundamental en el desarrollo de la identidad (Erikson 1968). 
En este proceso de validación de los roles es a su vez central la forma en que los individuos realizan la presentación pública de la identidad. Es por esto que una modificación en las opciones disponibles y en los medios para expresarlas conlleva una modificación de la construcción de la identidad, y por esta vía, de la cultura.

El diario abierto: identidad distribuida y apropiación de la cultura

La aparición del internet, y más específicamente, la implementación de redes sociales o social media, ha producido una transformación en los micromecanismos a través de los cuales las personas construyen y mantienen una identidad viable dentro de la cultura. En el micronivel, la construcción de la identidad es un proceso que se lleva a cabo en ciclos de apropiación y negociación de las opciones disponibles en la cultura; más generalmente, Cote y Allahar (1995) han propuesto que en la modernidad tardía, el mantenimiento de una identidad estable requiere intensas transacciones intrapsíquicas y sociales, para responder al cambio constante y a la ausencia de una comunidad centralizada que sirva de referencia al individuo.

En un amplio sector de la academia se ha propuesto, con tintes utópicos o trágicos, que la principal transformación resultado de los nuevos medios es la desindividuación, la desaparición del sujeto real y su sustitución por uno creado con imágenes externas sin sustancia, coherencia o realidad subyacente (Cote y Levine 2002; Gergen 1991; Moral, Canto y Gómez-Jacinto 2004). Sin embargo, desde el punto de vista psicológico es muy poco probable que las personas, siguiendo caminos de desarrollo normales, no intenten darle coherencia a su experiencia cognitiva y emocional (Erikson 1968). Si bien es cierto que las exigencias de la modernidad tardía requieren que las personas enfrenten situaciones cambiantes, y usen distintas presentaciones de sí mismas en diferentes circunstancias, es claro que, en un nivel básico, el proceso de desarrollo psicológico requiere la capacidad de darle sentido unificado a esa variedad de experiencias y de mantener la continuidad de la identidad (Erikson 1968;Marcia 1966). 

Es claro que los medios digitales, en particular las redes sociales, han modificado la forma en que se producen la interacción interpersonal y la expresión de la identidad individual. La interacción en las redes sociales tiene cuatro características básicas: Persistencia, simultaneidad, link-abilidad, y el hecho de que la narrativa interior es pública. Los perfiles y los muros de las redes sociales producen un registro relativamente fijo y público de las interacciones y opiniones de las personas. Por el hecho de ser fijo, este registro constituye una forma de construir una representación estable externa de la identidad y anclar el yo en la herramienta (Boyd 2010; Boyd y Ellison 2007). 

La persistencia es una característica fundamental para entender el desarrollo de la identidad en las redes sociales, porque, como ya se señaló, la creación de una representación fija cumple un rol importante en el mantenimiento de la identidad en condiciones de inestabilidad como las de la modernidad tardía. La segunda característica de las redes sociales es la simultaneidad de la interacción virtual. Mientras que en la interacción uno a uno los participantes toman turnos uno a uno, en la interacción virtual el mensaje es transmitido y contestado a varios actores simultáneamente. La tercera característica es la linkabilidad de las redes sociales, es decir, la posibilidad de usar links para asociar contenidos a los perfiles personales y a las acciones dentro de la red social. Las redes sociales están diseñadas de tal forma que facilitan la presentación de la identidad por medio de perfiles, notas personales y piezas culturales que funcionan como tokens asociados a la identidad. Así, los usuarios de las redes sociales pueden recolectar todo tipo de objetos virtuales y ligarlos a su identidad personal. Estos objetos varían con el medio, pero pueden incluir notas de texto de diferentes géneros, piezas musicales y videos. Por su papel en el desarrollo de la identidad adolescente, hemos denominado identy-toys a estos objetos, ya que éstos les permiten a los adolescentes y adultos jóvenes jugar con diferentes aspectos de posibles identidades y relacionarlos con una comunidad de referencia.

Las redes sociales tienen propiedades que facilitan la amplificación de elementos culturales y contenidos personales, como la capacidad de permitir una distribución amplia y casi automática de contenidos y la capacidad de hacer copias ilimitadas de cualquier elemento (Boyd 2010). En una serie de entrevistas realizadas en diferentes regiones del país, este hecho fue evidente cuando se encontró que la mayoría de los jóvenes entrevistados mencionaron que usaban internet para buscar contenidos a los que habían tenido acceso por otros medios.









Espacios virtuales como terceros lugares


La segunda transformación que internet ha impulsado en las prácticas culturales es la migración de gran parte de la interacción cotidiana hacia los espacios virtuales. En los últimos veinte años, ha habido una paulatina desaparición de los espacios de interacción cotidiana informal que proporcionaban un ámbito de socialización diferente al hogar y a los espacios formales de trabajo y estudio.
Estos lugares de socialización cotidiana, denominados terceros lugares (Oldenburg 1999), tomaban formas diversas en distintas sociedades e incluían desde espacios típicos de socialización informal (e.g., el pub, la calle del barrio) hasta formas más complejas de participación en organizaciones cívicas y comunitarias. En el pasado, los terceros lugares cumplían funciones importantes para el bienestar psicológico y el desarrollo del capital social, como promover la confianza pública y la extensión de las redes sociales por fuera de la familia. Sin embargo, en años recientes, estos espacios han empezado a desaparecer, debido a diversos factores, entre los que se cuentan la migración de las familias hacia espacios aislados de vivienda como el suburbio o el conjunto cerrado, el crecimiento de las interacciones casuales no repetidas en las grandes ciudades y la flexibilización laboral, que ha restringido los espacios de interacción informal en la adultez.


El caso es que ante la desaparición de los terceros lugares en el espacio físico, los espacios virtuales parecen estar empezando a llenar este nicho. Steinkuehler y Williams (2006) han mostrado, en un cuidadoso estudio de las prácticas de participantes en los juegos de rol online (e.g., WoW), que las características de los espacios de interacción virtual son similares a las descritas en la investigación relativa a los terceros lugares. Cuatro de estas características son altamente relevantes en relación con el estudio de las redes sociales.


  • La primera de estas características es la existencia de un territorio neutral en el cual la interacción sucede entre iguales.
  • La segunda es la posibilidad de restringir la interacción a voluntad. Cualquier extensión de la red social requiere esta característica porque sin ella las personas no se arriesgarían a interactuar inicialmente con extraños. 
  • La tercera característica es la existencia de un ambiente divertido, de bajo perfil, y en el que la conversación es una de las principales actividades. 
  • La cuarta característica es la existencia de un grupo de regulares que constituyen una comunidad de referencia y posibilitan sentimientos de pertenencia entre los miembros.
Conclusión


En un mundo sin centro es posible también la construcción de interacciones significativas; que una vida que no está centrada en el espacio físico, no necesariamente implica una existencia ajena a toda pertenencia. Evidencia de esto se encuentra en la codificación de posts en las redes sociales que encontró una abundante presencia de acciones de naturaleza interpersonal dirigidas a establecer y mantener vínculos con otros. Cada generación que entra en la adultez declara una crisis y pone el horizonte en el pasado. Esto sucedió en los sesenta, en los ochenta, y parece estar sucediendo otra vez. En esta oportunidad el foco de las preocupaciones son los efectos negativos de la tecnología.

El temor se transmite por medio de titulares que anuncian la desaparición de la empatía, el crecimiento incontrolado del matoneo virtual y la adicción a las redes sociales (Domínguez 2010; EFE 2008; Sin autor 2010a; Sin autor 2010b; Valerio 2009). Las connotaciones extremadamente negativas de estos términos en nada facilitan la elaboración de un análisis equilibrado y oscurecen el espíritu público. Quienes se adscriben a esta posición olvidan que, como muestra este texto, los males existentes en lo virtual provienen de lo real, y que los medios virtuales posibilitan procesos que van más allá de la recepción pasiva de información, y fomentan la reelaboración de contenidos (Jenkins 2006). Ejemplos de estos procesos son los tres temas tratados en este texto: la búsqueda de la comunidad en las redes sociales, el descubrimiento de terceros lugares en los medios virtuales y la construcción de subculturas juveniles que se desarrollan desde abajo, más allá de las imposiciones de la industria cultural.

Los adolescentes contemporáneos tal vez parezcan extraños, pero en su mundo interior, en la deriva de las ilusiones de época, parecen estar buscando una nueva realidad subyacente, una forma propia de continuidad y conexión. Es cierto que existen preguntas importantes, centrales a la existencia de toda sociedad, que aún continúan abiertas. ¿Debe ser restringido el acceso de los niños a las redes sociales? ¿Es deseable restablecer el canon del ciudadano universal? ¿Se sacrifican las prácticas culturales tradicionales con el cosmopolitismo pop? Éstas y otras cuestiones persisten en el ambiente
público y deben ser resueltas. Sin embargo, es posible que esto no deba suceder por medio de formas de regulación central impuestas por los adultos.












REFERENCIA:
Revista de Estudios Sociales No. 40
rev.estud.soc.
agosto de 2011. Pp. 160. ISSN 0123-885X
Bogotá, pp. 44-56.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ciberespacio y vida cotidiana: Entendiendo las nuevas prácticas sociales y dilucidando sus posibilidades.

Interfaces y sus nuevas formas de navegabilidad e interactividad. O explorando nuevas potencialidades para la participación socio-cultural.