Globalización y nuevas tecnologías.
El contexto político actual
La caída de la URSS y de los integrantes del Pacto de Varsovia es un hecho simultáneo a la declinación relativa del liderazgo estadounidense. Ambos se ven sin capacidad para ordenar y disciplinar el sistema internacional, al menos con los parámetros válidos y establecidos a mitad del siglo XX.
Al mismo tiempo, se consolidan Alemania y Japón. Ambos se elevan como los motores de nuevos y poderosos bloques con base económica. Las naciones que los constituyen no son una amenaza militar, pues sus objetivos están puestos casi con exclusividad en el comercio y en la tecnología.
Ante el desmembramiento de la URSS, Europa Occidental -en pleno proceso de integración continental- se ve impulsada a colaborar con los países satélites del ex bloque soviético. Es el proceso de unificación alemana de 1989 y 1990 lo que ratifica la intención de cooperar con los países de Europa Central. El derrumbe de la lógica Este-Oeste que se concreta con conflictos en las zonas periféricas permite pensar en reconstruir esas naciones.
Es impensable la reconstrucción de naciones abatidas por conflictos bélicos si no se contemplan proyectos económicos que tengan presente las posibilidades de cada nación y cuyo objetivo sea el bienestar de las personas.
En Oriente Medio, los problemas fronterizos y nacionales aún esperan resolución. Las divisiones religiosas, el resurgimiento del Islam y del fundamentalismo son aspectos que continúan marcando la problemática de la región. Europa tiene ante sí el desafío de la unidad monetaria de los quince miembros actuales de la Unión. También, el desafío de acoger a los europeos orientales; además, sin torcer el rumbo ni el ritmo previstos. El Tratado de Maastricht resulta demasiado duro si se consideran las situaciones económicas y sociales que atraviesa la casi totalidad de los países: en el continente donde el ingreso anual per cápita es 20.000 dólares existen 18 millones de personas sin trabajo.
Asimismo, la idea y concreción de la Unión Europea replantea el rol del Estado, al proyectar en un futuro no demasiado lejano, una unión que borraría mucho de los límites nacionales. Lógicamente, ante el cambio se da la resistencia. Así aparecen grupos y movimientos que proclaman división, los localismos y regionalismos que reflotan viejas disputas no resueltas y resignifican conflictos históricos, étnicos, religiosos y culturales.
La política internacional actual está signada de transformaciones, pero también repleta de incertidumbres. Una de las mayores incógnitas gira alrededor de la noción de Estado y las funciones que lo definen. Si el mundo se ordena bajo la figura del Estado-Nación, es lógico que su quiebre o superación genere angustia y ansiedad mundial.
El final de la guerra fría exaltó muchos rencores latentes. El reclamo de los pueblos aborígenes por sus derechos se extiende a lo largo del continente americano: por ejemplo los indígenas de Columbia Británica o los de Chiapas. Por su parte, Escocia, Gales, Irlanda y las provincias separatistas de España e Italia son una señal de un contraste hostil con los propósitos de la unidad que, en las últimas décadas, se materializó en instituciones y acuerdos plurinacionales.
En síntesis, el final de la guerra fría y sus esquemas de distribución del poder, deja paso a una disyuntiva clave y urgente: por un lado, la posibilidad de redefinir la democracia en tanto sistema organizativo, no ya como una fusión de naciones, sino como una confederación de comunidades semiautónomas que deleguen en un poder central su defensa; mientras que por otro lado, se presenta la profundización de múltiples conflictos que son sinónimo de exclusión y marginación.
Simultáneamente, comienza a difundirse el concepto de globalización, más abarcativo y complejo que la supuesta utopía de un mundo con un solo Estado. De ahí que sea posible presentar la globalización -conceptual y realmente- como la solución a los conflictos, donde gracias a la tecnología se logra un mundo conectado -aunque no siempre comunicado- y único -lo que no significa unido- pues muchas minorías continúan sin voz, conformando una unidad forzada y por lo tanto, irreal.
El concepto de globalización.
En el proceso de globalización se pueden situar tres momentos. El primero se inicia con los descubrimientos marítimos, se consolida con el mercantilismo del siglo XVII y principios del XVIII. La siguiente etapa abarca desde la industrialización del siglo XVIII hasta el proceso de colonización y la división internacional del trabajo. La tercera, se ubica desde la primera guerra mundial y se reafirma con la revolución tecnológica de la segunda postguerra.
En la actualidad, la globalización se acentúa en base a la internacionalización de la producción, el desarrollo tecnológico que deriva en las especializaciones y en la mayor concentración que promueve cambios estructurales en el mercado.
Algunos economistas, como se ve, destacan la asimetría y la necesidad de superarla, presentando como único camino para ello, la inserción en el mercado mundial.
En parte, esto se justifica por las mismas características del proceso de globalización. Según Bekerman, éstas son básicamente tres: multilateralismo, nuevo proteccionismo, y regionalización.
La primera se refiere a la reducción global de las barreras aduaneras para el movimiento de bienes y servicios entre las naciones. Aunque a partir de la situación del GATT, la globalización se enfrenta a una contradicción debido al avance proteccionista de los países industrializados.
El nuevo proteccionismo, es decir, la tendencia de los países más avanzados del planeta por cuidar sus equilibrios comerciales y económicos aplicando no sólo barreras arancelarias, sino también, recurriendo a las no arancelarias (acuerdos voluntarios de exportación, derechos compensatorios, cláusulas antidumping, etc.)
Por último, la regionalización es otra tendencia de la economía internacional que puede favorecer mayores asimetrías a las presentes, ya que los países excluídos quedan más expuestos a los efectos negativos de los desvíos comerciales y financieros. Justamente, las estrategias de las empresas multinacionales se centran en el paulatino abandono del multilateralismo por la regionalización.
En el contexto internacional, las contradicciones se minimizan y se "plantea la visión de un mundo sin fronteras donde prevalecen las reglas de los mercados por lo que los gobiernos nacionales deben tener un rol cada vez menor", (Bekerman,1995: 203).
Asimismo, la globalización requiere de un proceso de integración a través de la reducción de barreras comerciales y de la homogeneización de políticas.
En síntesis, la explicación económica de la globalización resulta insuficiente, pues se relaciona con:
* El crecimiento de la nueva derecha ligada a la idea de Estado mínimo.
* La pérdida de credibilidad de la alternativa global de la izquierda y su confusión tras el colapso del comunismo.
* La interpretación masiva de las transformaciones mundiales bajo el signo de la convergencia.
Esto neutraliza las posibles lecturas divergentes del proceso de globalización. Así, la globalización queda presentada como una visión cultural ampliamente aceptada, de la cual se soslayan contradicciones y tensiones implícitas. Desde esta perspectiva se la entiende como un estadio más evolucionado de la lucha por la hegemonía para difundir pautas y valores universales aplicables en pos de la obtención de ventajas económicas.
Observa este vídeo:
Tecnología y concentración de medios de difusión.
Los esquemas de organización social que se erijan a partir del orden capitalista y, en un sentido más amplio, de la cultura occidental, encuentran su expresión más clara y fehaciente en las tecnologías. Es decir que éstas adoptan formas según los modelos de desarrollo que adopte la sociedad.
Entonces, explica Schmucler que la búsqueda de nuevas formas tecnológicas podría entenderse como "la necesidad de otros modelos de desarrollo, de otra concepción de la calidad de vida". (Schmucler, 1997: 63). Ahora bien, dado que las nuevas tecnologías son modificadoras de las relaciones sociales:
¿Qué influencia ejerce la tecnología sobre la cultura ordenada bajo el sistema capitalista?
En primer lugar, vale diferenciar las "tecnologías" de las "nuevas tecnologías". Las primeras pueden definirse como "el conjunto de instrumentos materiales, conocimientos y habilidades con los cuales la comunidad satisface sus necesidades y asegura su control sobre el medio ambiente físico: condiciona el "qué hacer" y el "cómo hacer" de la sociedad." (Herrera, 1979 citado por Schmucler, 1997: 64).
Mientras que las nuevas tecnologías (NN.TT.) son "principalmente el conjunto de equipos que hoy permiten captar, procesar y distribuir la más variada calidad de información y las redes que facilitan su difusión o interconexión a larga distancia. A este concepto, se incluyen los sistemas lógicos adecuados para el funcionamiento más o menos automático de la maquinaria". (Schmucler, 1997: 62).
Entonces, dado que las NN.TT. básicamente expanden información, su empleo genera un crecimiento exponencial de la difusión del modelo que las sustenta. Puede argumentarse que existe una adaptación indiscriminada que encubre una homogeneización, pero ésa es sólo una de las versiones posibles. También, es válido afirmar que las NN.TT. afianzan una globalización informacional (no comunicacional). Ejemplo de ello es el funcionamiento del sistema financiero mundial. El carácter global de la información influye -aunque no determina- la esfera de la cultura. Esta, a través del proceso de mundialización adquiere rasgos particulares.
Si dicho proceso se analiza como la posibilidad de una planificación funcional de alcance mundial, tanto en términos comerciales como informacionales (medible en dinero o en datos) que facilite la aprehensión de la realidad, surge una característica común: la concentración.
Es indudable que las NN.TT. han colaborado con la concentración de los medios y por lo tanto, con el sentido desigual de la distribución noticiosa. Schmucler sostiene que "el hombre interconectado, convertido en el ideal de la comunicación, no se diferencia del ideal del mercado que aspira a una trasacción incesante". (Schmucler, 1997: 155).
Tal vez, sea por esta similitud que los medios de difusión, en tanto empresas, también persiguen una concentración de capitales. Paradójicamente, ésta tiene como contrapartida la multiplicidad de productos periodísticos, aunque esto no significa necesariamente que el sentido de los mensajes sea más diverso.
Naturalmente, la concentración económica, empresarial e informacional se refleja en la producción periodística. La sociedad, en base a esa producción adquiere pautas y construye una ideología para interpretar la realidad. En este sentido, la concentración lleva como primer mensaje la imposibilidad de buscar alternativas porque promueve la aceptación desde el sentido común y aleja la discusión sobre las ideas. Inclusive, este debate sobre las ideas parece estar paralizado. En principio, por el contexto de confusión y ambigüedad; también porque se presenta como certeza -sustentada en el desencanto del mundo- la noción de fin.
Autores: García Lucero, Dafne1
Fuente: Revista
Latina de Comunicación Social. mar2000, Issue
27, p1-9. 9p.
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